viernes, 8 de junio de 2012

El ayer y hoy de la muerte


Siempre ha sido doloroso, pero en cada época se han vivido unas costumbres y han ocurrido cambios culturales que han contribuido a que sea más o menos penoso.

Cuando una persona se encontraba grave, poco antes de morir, iba el médico y el cura, todos a caballo, y le daban los últimos auxilios, confesión, comunión y la extremaunción. La religión estaba tan arraigada que no se ponía en duda llamar al sacerdote para hacer esa última confesión, estaba mal visto no hacerlo así, aunque la familia no fuera muy religiosa.
Por entonces, había más curas, la fe parecía más profunda o distinta a nuestros días, se vivía incluso con miedo.

En nuestro pueblo, Montefrío, en los años 50 había mucha población rural.
Los cortijos estaban comunicados por veredas para caballería, malos caminos por donde se debía llevar a los difuntos a hombros de cuatro personas.
Montefrío siempre ha sido muy solidario para acudir a los entierros.
Había una costumbre para agradecer esos esfuerzos en los caminos por parte de los familiares que era llevar una botella de aguardiente y cuando se hacía una parada, la pasaban de unos a otros, poco higiénico ahora, pero era todo un detalle. A veces se tardaba en llegar al pueblo más de 3 horas porque había que cruzar arroyos y si había llovido, el agua podía llegar incluso a la cintura.
Una vez en el pueblo, los difuntos no entraban a la iglesia, el cura, el sacristán y los monaguillos con crucifijos y dos velones le hacían un responso en la puerta. Si el difunto era del pueblo, este cortejo iba hasta la casa del difunto y después hacían el responso en la puerta de la iglesia.
Finalizado el responso, toda la comitiva acompañaba a hombros al difunto hasta la salida del pueblo (hasta el cruce de la Avenida de la Paz), desde donde continuaban ya solo los amigos y familiares hasta el cementerio. Después durante tres días se rezaban el rosario por el difunto.



Un trato bien distinto recibían las personas que se suicidaban al no cumplir con los preceptos de la iglesia de que es Dios quien da y quita la vida.
A estos difuntos ni se les decía misa, ni responso y además no se les enterraba en el cementerio cristiano al no poder descansar con las almas bendecidas de este cementerio, se les enterraba aparte, en lo que se llamaba cementerio civil.

En cuanto al luto que se le guardaba al difunto, la cosa ha cambiado bastante.
En aquel tiempo, se guardaban 2 años para los padres y los hermanos, y para otros familiares entre 6 meses y 1 año.
Durante ese tiempo, el luto era muy riguroso, una tortura particularmente para las mujeres porque se vestían de negro y este color absorbe mucho el calor, y en tiempo de verano a más de 40 grados, en los trabajos del campo como la siega o el arranque de garbanzos, era muy duro.
Además de vestir de negro las mujeres casi no salían a la calle ni podían asistir a celebraciones.
Para los hombres era diferente, se limitaban a llevar un brazalete negro y tenían más libertad para salir que las mujeres.
En algunos casos se dio la circunstancia de que una chica tenía novio y por la muerte de algún familiar tenía que guardar luto, y al terminar el luto el novio se había casado con otra. El luto era tan estricto para las chicas particularmente, que no podían hacer prácticamente nada, era como si estuvieran en un convento de clausura.

Todo es criticable, lo de antes y lo de ahora. Yo elegiría esta época aunque tenga sus defectos.
Ahora no queda ningún cortijo donde no llegue la funeraria con el coche para el traslado y además existen los tanatorios para velar a los difuntos y no tener que hacerlo en las casas.

Hoy todo es menos rígido, más humano, quizás más sentido.

Paco Pareja








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